V
Por Francisco Ledesma Olivas
Más allá, del ya de por sí, impertinente acto de comentar un evento al cuál no asistí; encuentro pertinente el espacio para comentar sobre cómo un desplante reaccionario, ocurrido en el antes comentado evento, evidencio, lo que ya he comentado en ocasiones previas, al respecto de ciertas facciones y/ó actitudes dentro del ecologismo, y el activismo en general. Que es fácil pasar de la doctrina al dogma si no hay una causa de fondo individual, un sentido vital en la convicción que nos impulsa a todos los que estamos involucrados, directa e indirectamente, con la búsqueda de una afirmación vital, así como la preservación y expansión de una cultura de la vida.
Cultura de la vida en oposición a una cultura de lo estático, de los dualismos oscuramente tergiversados, donde la humanidad y la vida en general se ven reducidas a cosas, bienes intercambiables desprovistos de espíritu. Sí pensamos en que podemos librar al mundo de un poco de sufrimiento con nuestro hacer, entonces hagámoslo. No estoy hablando de cómo se tienen que hacer las cosas, solamente estoy en contra de la perdida del espíritu, contra la incomprensión del sentido microcósmico del que hacer cotidiano; no contra aquellos que puedes señalar porque no son como tú, ese nunca ha sido el camino. Sí podemos pensar en algún tipo de convencimiento, creo que es en el de sí mismos, a través de la experiencia, de saber que lo único seguro y constante es el cambio, el movimiento.
Siendo así, las discusiones sobre a quienes se les debe de dar prioridad en la premura de una revolución, sí a los animales o al resto de los congéneres que viven en jaulas 40 horas por semana de lunes a viernes. Sí los veganos dicen que los animales deben de ser liberados de toda explotación y tortura, tienen toda la razón, pero llevar a cabo ese cometido no implicaría que el quehacer se acabaría allí donde el animal es libre, sino donde todos los animales seamos libres. La asumpción de un antiespecismo, debería conllevar a la afirmación de la vida como prioridad, donde cada contribución al espontáneo sentido emancipatorio es importante. Por otro lado, la radicalización expresa, o trata de expresar, la violencia con que una idea puede ser proyectada en el sentido de inmediatez y de apego a un principio o fundamento de acción. Ciertamente el asumirse dentro de un activismo, muchas veces conlleva a tomar una postura política, que puede llegar a tener un sentido extremista. Ser radical no es malo, lo único malo es no poder caber dentro de la severidad de tus juicios.
Los errores se seguirán cometiendo, es inevitable. Pero la posibilidad no se cierra, y siempre habrá una excepción a la convención. Darse cuenta de las contradicciones que encierra la existencia, nos mete, de una u otra forma, al caos. No saber que esta bien, no saber a donde ir, cuando fue esa duda la que originó todo. Si crees que comer animales esta mal, no lo hagas; si crees que discriminar esta mal, no lo hagas; en fin lo que sea que uno crea, uno mismo es quién se tiene que convertir en ello. No hay trucos, ni tarjetas de membresía, hay una conciencia de que se pueden hacer las cosas de otra manera; lo importante es hacer que esa manera se vuelva una realidad, lo importante es: darle vida.